24) El Buen Samaritano: ¿Una amenaza para el nacionalismo cristiano? Una reflexión sobre "Ordo Amoris"

Un Río de papel. - Podcast készítő José Luis Gordillo Torres Sj

Desde hace unos días el término “Ordo Amoris” (orden del amor) un principio de la teología moral, ha aparecido en el contexto político de los Estados Unidos y en el del mundo entero atento a las primeras semanas del gobierno de Trump. En una reciente entrevista con Fox News , el vicepresidente JD Vance invocó la noción teológica tradicional del "orden del amor" para justificar la agresiva cancelación o suspensión de casi todos los programas de ayuda exterior de Estados Unidos por parte de la administración Trump.Él ha argumentado que la política migratoria debe ser restrictiva porque el amor cristiano sigue un orden jerárquico: primero la familia, luego la comunidad, la nación y, finalmente, los demás. Según esta idea, la responsabilidad cristiana de acoger al migrante sería secundaria frente a la obligación de cuidar primero a los ciudadanos nacionales.Pero ¿de dónde viene este principio de discernimiento moral ? El término “Ordo amoris” proviene del latín y significa “orden del amor”. Es una expresión teológica y filosófica que describe cómo debe organizarse el amor en la vida humana de acuerdo con su verdadera naturaleza y su relación con Dios.Etimología y origen“Ordo” significa orden, disposición estructura. En este contexto, se refiere a la manera en que el amor debe organizarse en la vida de una persona. “Amoris” es el genitivo de “amor”, es decir, significa “del amor”.Esta expresión fue utilizada por San Agustín (siglo IV-V) y luego desarrollada por Santo Tomás de Aquino (siglo XIII). Para ellos, el amor no es algo caótico o impulsivo, sino que tiene una jerarquía y un propósito, y debe estar alineado con Dios, quien es el origen del amor.Este principio  aplicado  a la política migratoria  de los Estados Unidos ha generado un debate importante. En respuesta, el Papa Francisco ha recordado que el verdadero “Ordo Amoris” solo puede entenderse a la luz de la Parábola del Buen Samaritano (Lc 10,25-37), que nos llama a una fraternidad sin exclusiones ni cálculos de cercanía.¿Qué significa el “Ordo Amoris” en la tradición cristiana?San Agustín y Santo Tomás enseñan que el amor tiene un orden: primero Dios, luego el prójimo. Dentro del amor al prójimo, es natural que sintamos una prioridad hacia quienes están más cerca de nosotros, como nuestra familia o comunidad. Sin embargo, este orden no significa que podamos ignorar a los demás. Ejemplo: Un padre tiene la obligación de alimentar primero a sus hijos antes que a otros niños, pero si ve a un niño hambriento en la calle, no puede ignorarlo solo porque no es parte de su familia.El amor cristiano no puede reducirse a un esquema rígido. Amar más a quienes están cerca no debe convertirse en una excusa para desentenderse de los demás, especialmente de los más vulnerables. Ejemplo: Un médico en un hospital atiende primero a los pacientes más graves sin preguntarles su nacionalidad o si pertenecen a su comunidad. Su deber es ayudar a quien más lo necesita.Al respecto nos recuerda el Teólogo estadounidense Stephen J. Pope “ Tomás de Aquino equilibra el amor entre los miembros de la familia con las responsabilidades que pertenecen a otros tipos de relaciones. El orden del amor proporciona un marco amplio para pensar en la forma general de nuestras responsabilidades, pero no ignora el hecho de que a veces las contingencias de la vida pueden exigirnos que anulemos nuestras prioridades habituales.Al respecto, en una significativa y motivadora  carta, el Papa Francisco advierte que el cristianismo no puede reducir la caridad a fronteras nacionales o identitarias. Para él, el amor cristiano debe responder ante todo al sufrimiento humano con misericordia incondicional. En su magisterio, ha reiterado que la fraternidad cristiana no depende del parentesco ni de la pertenencia a un grupo específico, sino del amor que Dios nos tiene a todos, inspirado por la parábola del Buen Samaritano.En dicha parábola , el protagonista ayuda a un judío herido a pesar de que, culturalmente, samaritanos y judíos eran enemigos. No tenía una obligación legal ni una conexión personal con él, pero su compasión lo llevó a actuar. Ejemplo: Es como si hoy un extranjero indocumentado ayudara a un ciudadano en un accidente, sin preguntarse si es su deber o si recibirá algo a cambio.En conclusión, la enseñanza cristiana reconoce que el amor tiene un orden, pero también que este orden nunca debe ser una excusa para excluir o rechazar a los demás. Amar a los cercanos no nos exime de amar al prójimo, especialmente al que sufre.Por otro lado la visión del Papa Francisco parte de la convicción de que el cristianismo no puede reducir la caridad a un esquema de prioridades nacionales o identitarias, sino que debe responder a la urgencia del sufrimiento humano con misericordia incondicional. En su magisterio, Francisco ha reiterado que la fraternidad cristiana no se fundamenta en el parentesco ni en la pertenencia a una comunidad específica, sino en el amor que Dios nos tiene a todos. En la parábola, el samaritano no tenía una obligación natural de ayudar al judío herido, pero su compasión lo llevó a actuar. En este mismo sentido, la reflexión de Karl Rahner profundiza en la relación entre el amor a Dios y el amor al prójimo, señalando que no se pueden separar. El amor al prójimo no es un mandato secundario o una consecuencia de la fe, sino que es la expresión concreta del amor a Dios. Rahner critica la tendencia a considerar la fraternidad como una simple regulación social o una obligación moral calculada, y en cambio, insiste en que el amor cristiano no es tal si se mide en términos de utilidad o de reciprocidad. Para él, el verdadero amor cristiano es aquel que trasciende los límites del egoísmo y se entrega incluso cuando no hay recompensa, cuando implica sacrificio y cuando nos coloca en el lugar del otro.En contraste con la postura de Vance, que propone un amor ordenado en círculos concéntricos de prioridad, Rahner nos recuerda que el amor cristiano es un acto existencial total, en el que no hay cálculos ni jerarquías. La verdadera fraternidad cristiana no se limita a los que nos resultan más cercanos o afines, sino que exige una apertura radical a la alteridad, al otro en su necesidad concreta. Desde esta perspectiva, la visión de Francisco y Rahner coinciden en afirmar que la misericordia no es una opción secundaria en la vida cristiana, sino el núcleo mismo de la fe.Frente al uso del "Ordo Amoris" para justificar políticas de exclusión, la Iglesia reafirma que el criterio fundamental del cristianismo no es el de la prioridad nacional, sino el de la misericordia universal. A veces se piensa que el amor cristiano es algo que comienza en casa, con los más cercanos, y luego se extiende hacia afuera, como círculos que van creciendo. Pero el mensaje de la carta papal es claro: el verdadero amor cristiano se demuestra cuando defendemos los derechos de los más pobres y marginados, sin importar quiénes sean o si los consideramos parte de "nuestro grupo". Por ejemplo, imagina a un migrante que llega a un nuevo país, sin recursos, sin redes de apoyo y, a veces, sin ser bien recibido. El amor cristiano nos llama a ver en esa persona una dignidad infinita, un valor que no depende de su origen, su estatus legal o si habla nuestro idioma. Es una invitación a ir más allá de las fronteras, ya sean físicas, culturales o mentales, y a reconocer que todos somos parte de una misma humanidad.Si bien es cierto que las comunidades tienen responsabilidades internas, el evangelio nos desafía constantemente a ampliar el horizonte de nuestro amor y a hacer de la acogida al extranjero una manifestación concreta del rostro de Cristo. Este mensaje no es solo para cristianos practicantes, sino para cualquiera que quiera construir un mundo más justo y solidario. Nos invita a pensar no como individuos aislados, sino como personas conectadas, capaces de tejer redes de apoyo que superen las barreras que los gobiernos o las sociedades a veces imponen.En tiempos de crisis migratoria y de fracturas sociales, la pregunta que Jesús hizo al final de la parábola del Buen Samaritano sigue resonando: "¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los ladrones?". Y la respuesta sigue siendo la misma: "El que tuvo misericordia de él".

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